Quienes escribimos sabemos la importancia de ser buenos lectores, pero de esas personas afortunadas que de un libro solo esperan disfrutarlo, no desarmarlo como si fuera una pieza de relojería, he escuchado varias veces la ansiedad de no estar “leyendo bien”. Reconozco que “bien” es una palabra que me pone nerviosa, porque lo primero que hago es preguntar qué significa para quien lo dice. Lo cierto es que noté muchas veces la preocupación por estarse perdiendo cosas en el texto, como si ante un chiste que te causó gracia, de golpe sintieras que por ahí no te estás riendo de lo mismo que el de al lado. Por eso quise escribir esta entrada sobre cuál es el eje, para mí claro, que al fin de cuentas este es mi blog, para lograr el tan ansiado “leer bien”. Y para eso, nada mejor que recurrir a las palabras de los maestros.
“El verdadero misterio del mundo es lo visible, no lo invisible”.
El otro día me crucé con esta frase de Oscar Wilde y me quedé fascinada con la sincronicidad. Justo en una asesoría explicaba que la parte que olvidamos en la “Teoría del Iceberg” de Hemingway (a grandes rasgos, que el cuento es el 10% que emerge, la punta del iceberg, pero se apoya en ese 90% no dicho), es que lo sumergido ESTÁ en lo visible. Y entonces aparece la frase de Wilde.
Si bien puede parecer que esto solo sirve para quienes escriben (o quieren escribir), lo cierto es que es una verdad muy útil para cualquiera que le guste leer y esté buscando subir la apuesta. Es decir, ver más cuando lee. Por que la clave, para mí, está en aprender a ver. “Mirar una rosa hasta pulverizarse los ojos”, como decía Pizarnik.
A lo que voy es que he notado cierta tendencia a transformar lo sumergido (o lo profundo) en una especie de entelequia mítica, una suerte de susurro que el texto guarda para los elegidos. Y lo cierto es que no es así. Para nada.
El misterio está en lo visible, dice Wilde y a mí me sirve para pensar que el texto, lo que está FRENTE A NUESTROS OJOS, es lo que construye el “subtexto”, lo invisible, sumergido o como quieras llamarlo. Las claves de un buen cuento están siempre ahí, servidas. Un “buen” análisis no es más que dar cuenta, con palabras coherentes, eso que el texto nos generó, esos detalles hábilmente situados para disparar las asociaciones, emociones, ideas, que se quiere suscitar.
Eso no quiere decir la literatura es un test de Rorschach, en el que, escudándonos en que estamos apelando a lo sumergido, interpretamos libremente desde lo primero que nos sugiere. ¿Referencias en el texto que se asocien con eso que yo “siento que está”? Ninguna.
Suena antipático, lo sé, porque bajo el adagio de “hay tantas lecturas como lectores” se suele creer que entonces un texto puede decir, básicamente, cualquier cosa. Y no, un poema sobre la arena en la playa del Caribe no es un poema sobre la nieve de la Rusa zarista, por más que a alguna persona le recuerde su infancia en la nieve de Moscú.
Leer es más que nada abrirse a lo que está, dejar que nos llegue, salir de nosotros un rato (¿para qué leer si no es para escapar un poco de la propia subjetividad?) y, sólo si queremos poder dar cuenta de esa experiencia a otros (o usarla en nuestro aprendizaje para escribir) jugar al detective y rastrear las claves que, generosamente, están ahí, dispuestas, para nosotros.
Me interesa mucho tu forma de abordar los textos. Muchas gracias por disfrutar tus análisis.
Un placer compartir esos análisis con ustedes.
Gracias por pasarte por acá, Cristina
Un abrazo
Me gusta mucho tu análisis sobre la lectura, a mí la lectura de un libro, me genera muchas sensaciones, reflexiones sobre el texto, sentimientos , querer saber más sobre los personajes, sobre el autor, sobre lugares q aparecen etc
¡Qué hermoso, María! Creo que uno de los poderes de un buen libro es ese, abrir la curiosidad y la imaginación.
Azucena, buenas tardes.
Gracias por este análisis. Me sucede también con las películas.
Saludos. Silvina.-
Absolutamente, en el cine es algo que también ocurre, sin duda. Gracias por pasarte por aquí.