El poder de una voz

Porque hablé de Dionne Brand, y no es cuestión que mi otra autora se ponga celosa, aquí un perfil que hice sobre Grace Nichols para la revista Sala Grumo, que fue acompañado por mi traducción de algunos de sus poemas

Grace Nichols

Una voz pausada, con marcado acento caribeño a pesar de los treinta años que han pasado desde que dejó su Guyana natal para radicarse en el Reino Unido, una voz que recita creando una atmósfera de intimidad con quien la escucha, como si esa comunión que surge entre el yo lírico y el paisaje inglés gracias a un huracán que acerca el Caribe a las costas británicas estuviera ocurriendo ahí, delante de nosotros. Esa es Grace Nichols recitando “Huracán golpea Inglaterra”. Pero también es la misma que entona con desparpajo el rap que compuso para un gato.

La imagen es justa, porque si con I Is a Long Memoried Woman (1983), su primer poemario, Nichols consiguió el prestigio del Commonwealth Poetry Prize y un lugar de privilegio en las filas de los poetas de la diáspora caribeña, en la actualidad es muy reconocida como autora para niños y performer. El ritmo y la oralidad, los aires del calipso, el carnaval y el humor son características contantes en su poesía, apunte al público infantil o al adulto. La relación con el paisaje es siempre vital, como ella misma lo admite en el ensayo “The poetry I feel closest to”:

La poesía a la que me siento más cercana siempre ha sido la que tiene un ojo puesto en el paisaje (…) Aunque la poesía es primera y principalmente un acto de lenguaje, me parece que el ritmo se ve afectado por el ritmo más amplio del paisaje vivo (Nichols, 2000: 211).

En su poesía, los paisajes se sobreimprimen uno sobre otro, como una manera de dar cuenta de la dislocación de la vida en la diáspora. Así se observa en “Huracán golpea Inglaterra” pero también en “Isleño” y en “Un marco para el paisaje”. A su vez, es omnipresente la necesidad de mostrar el reverso de la postal, destruir la imagen paradisíaca del Caribe que vuelve al paisaje mera neutralidad trasparente, como si no estuviera construido sobre la explotación o si no fuera otro producto de intercambio (“Estas islas”, “El precio que pagamos por el sol”, “Contemplación desde el hogar”).

La belleza natural del Caribe puede ser un cuadro, como los de Aubrey Williams, que inspiran “Sueños de Guyana”, pero esa representación nunca es figurativa, pues el paisaje, como paleta, es algo a ser desentrañado, esconde historia y opresión, necesita de un arqueólogo, o de un aventurero, como Oliver en “Hacia el interior”, que enseñe a escuchar, a ver, que no sea un ingenuo que confía en la bondad de la naturaleza pero que sepa entrar en comunión con ella.

No se trata, pues, de la representación mimética del paisaje caribeño, sino de la destrucción de toda mímesis que presente el espacio como algo dado, transparente, como mera realidad linealmente representable. El espacio en Nichols es siempre construcción pues es también un hecho de lenguaje: el pasaje de la tercera persona a la primera, como muestra del proceso de función con el paisaje, desestructurar los dichos populares para dislocar cualquier imagen tranquilizadora de la geografía caribeña; tensiones de sentido, ambigüedades estructurales que replican desde la lengua las dualidades de lo que se presenta como un mar sin fisuras, un sol reconfortante y la apacible sombra de las palmeras.

Y si tanto en “Isleño” como en “Huracán golpea Inglaterra” y “Un marco para el paisaje” se observa una tensión constante entre el espacio británico y el caribeño, no se trata de simple oposición, sino una doble consciencia que habita al yo lírico. Así, puede ver en la nieve el reflejo de la arena y lo vive como un don al que hay que aferrarse. La dislocación, entonces, no es una falencia, sino que se transforma en un estado de gracia.

2 comentarios en “El poder de una voz”

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