Dionne Brand, o el nacimiento de una obsesión

Muchas veces me preguntan sobre lo que investigo, lo árido del trabajo académico y demás minucias. Aquí un perfil que escribí sobre una de las autoras de las que escribo mi tesis doctoral, Dionne Brand. La aridez, como verán, no va conmigo.

 

Lo que elegimos o nos elige

 

Ella de un lado del precipicio, los manifestantes –compañeros de lucha, amigos– del otro. Ella está aquí y no allá porque una conocida casi la arrastró, porque a veces la fatalidad o la suerte tienen esas cosas. Y de su lado del precipicio ve cómo los tanques se acercan, se abalanzan, y como ellos caen o se tiran al vacío, escapando de una muerte para ir hacia otra. La imagino, siempre, buscando en la ropa de los caen indicios que le digan quién es, a quién está perdiendo.

El año: 1983. El lugar: Granada. La masacre: gentileza del gobierno de Estados Unidos que temía la avanzada del comunismo en la región. Esa es la primer imagen que tuve de Dionne Brand cuando, buscando poetas del Caribe anglófono para mi proyecto de investigación, me encontré con fragmentos de Crónicas de un sol hostil. Brand nació en Trinidad, en 1953, vivió el surgimiento del “Black Power”, las Panteras Negras. Se fue a Canadá a los 17 años, hizo una carrera universitaria, peleó por los derechos de las mujeres, contra el racismo, por los derechos humanos, y mientras, en los ratos libres, escribía poemas; abandonó un doctorado y ya tenía treinta años cuando decidió unirse a las fuerzas revolucionadas en Granada, volver a una isla que no era la suya pero “se le parecía bastante”. Con la enumeración obsesiva y recurrente de los muertos en “19 de octubre, 1983” en el que confiesa que “este poema no puede encontrar las palabras/ este poema se repite todo el tiempo”, cancela el sueño revolucionario. Vuelve a Canadá y pasa dos años enteros borracha.

Eso es lo primero que supe de ella, antes de ver los premios, su figura ya casi canónica en el mundo literario de Canadá. Antes de ir juntando uno a uno sus libros, escucharla leer en you tube. Antes de saber que imagen y persona coincidían, cuando un día le escribí para pedirle los derechos de traducción de uno de sus cuentos y me contestó apenas a la media hora, pasando por encima de su agente superpoderoso (nada menos que “El Chacal” Wylie), diciéndome que encantada, que había estado en Argentina hacía un año y la alegraba saber que un texto suyo estaría circulando aquí. Su saludo de despedida: “Paz”.

El cuento que yo había elegido de Sans Souci era “Me gustaban los Dallas Cowboys”, los devaneos de una narradora que trata de olvidar que está tirada en un pasillo, en una casa a punto de venirse abajo, mientras las fuerzas estadounidenses bombardean la ciudad. En el correo que le escribí no mencioné que los primeros poemas suyos que leí eran sobre Granada, que eso me hizo querer leer más de ella, y traducirla, estudiarla. No le pregunté por ese precipicio, si su obsesión con los “aquí” y “allí” viene de esa imagen, esa distancia entre salvarse y morir. No, fui formal y seria. No uní todo eso a “Me gustaban los Dallas Cowboys”. No podría haberlo hecho. Porque recién ahora entiendo que no tenía que ver con la cantidad de caracteres, la estructura circular perfecta del relato, o lo que agregaba al dossier que yo venía armado. Ese cuento ya me había elegido, como me eligieron los poemas de Crónicas de un sol hostil. Tal vez, en un correo futuro me anime a confesárselo.

1 comentario en “Dionne Brand, o el nacimiento de una obsesión”

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *