En la entrada anterior (¿Qué es un taller literario?), les dejé una entrevista en la que me preguntaban cómo funcionaba un taller literario y para quién era. En esta quería contar cómo pienso yo mis talleres de escritura, qué es lo primordial para mí y qué trato de incentivar en quienes me acompañan.
El otro día caí en la cuenta de que hace veinte años que soy docente y como vengo replanteándome algunas cuestiones de lo que hago y desde dónde lo hago, empecé a pensar qué es lo que me fascina tanto de dar taller literario.
El proceso de escritura se parece a avanzar en un bosque, a veces a tientas, a veces como un camino despejado; y como guía en ese proceso, una quiere sacar las ramas que pueden haber tiradas por ahí, señalizar los pozos y otros peligros. Pero algo de eso hay en todo proceso de enseñanza-aprendizaje, ¿o no?
Lo cierto es que en los talleres de escritura hay un plus, yo lo siento como un privilegio. Porque que te dejen entrar en su mundo, en ese espacio vulnerable que requiere la creación, implica una enorme confianza. Y también una gran valentía.
Por eso para mí hay unos ejes fundamentales de los cuales no quiero apartarme nunca.
- En primer lugar la rigurosidad, porque si alguien se abre así a vos, se merece que no le “dores la píldora”, sino que marques las luces y sombras que ves en su texto. Pero claro, rigurosidad no es tirar a matar. Por eso hacen falta siempre los otros dos pilares: respeto y empatía.
- Respeto, porque sin eso ¿qué actividad humana, qué vínculo tiene sentido?
- Empatía, porque cuidar al otro al dar una devolución implica ponerse en su lugar, preocuparse por cómo va recibir el otro lo que digo y no tanto por lo que YO quiero decir. Siempre hay maneras cuidadas de decir las cosas. La “sinceridad brutal” para mí es una excusa para evitar tomarse el trabajo de cuidar a otro. Por eso me resulta tan impensable la figura del mentor que maltrata para «endurecer la piel» o porque el camino del artista es difícil. Me parece que es buscar hacer pagar un derecho de piso (yo lo sufrí, vos también tenés que sufrirlo).
La escritura puede ser un proceso solitario, es cierto, pero qué placer es encontrar una guía que te allane el camino y te acompañe. Y qué privilegio es que te elijan para serlo.