No soy muy adepta a las necrológicas, pero esta semana falleció la gran autora argentina Angélica Gorodischer y volví a cruzarme con esta maravillosa charla que les dejo por acá. No habla de cómo contar una historia, ni da un compendio de “tips”, pero al volverla a ver, sentí que había ahí tantas perlas sobre el arte de narrar que me dieron ganas de sostener una charla imposible con ella. De ahí nace esta entrada, que dado que no soy espiritista, es lo más cercano que puedo construir.
El comienzo de todo
No conocía personalmente a Angélica Gorodischer, ni siquiera tenía demasiado leída su obra. Era la primera vez que la escuchaba hablar, esa tarde ahí, delante de tanta gente, invitada, por primera vez a la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. Yo tenía la suerte de estar de ayudante del primer seminario de Escritura Creativa que se dio en la carrera de Letras (que cuando yo era estudiante, te decían en la primera materia que si te habías inscripto porque te gustaba escribir ficción, ahí tenías la puerta de salida), a cargo de Elsa Drucaroff.
En ese encuentro, compartía cartel con Carlos Gamerro, cuyas intervenciones se merecerían una entrada aparte, y estaba invitada para hablar de la construcción del verosímil, pero eso era una excusa, porque la idea siempre fue abrir las preguntas al público.
El humor y desparpajo de Angélica eran encantadores, pero por mucho que uno se riera, era imposible no ver su inmensa lucidez, Sospecho que no se debía solo a los años de oficio de narradora, sino también a la capacidad de no tomarse en serio a sí misma, su obra, y a la literatura en general.
De esa charla maravillosa de 2015 rescato estos consejos que no son tales. Son esas ráfagas de lucidez que yo decido convertir en una suerte de máximas tramposas.
Estás contando una historia: tirá tus ideas a la basura
Este clip lo armé con dos instancias distintas. La primera la veo como “la teoría”, la segunda como la prueba de que a ella misma le pasó eso que dijo antes. Es decir, no hace falta preocuparse por que eso que pensamos sobre la vida, el mundo, la política, o lo que fuere, esté escrito con pelos y señales, surge incluso a pesar nuestro. Por eso ella no fue consciente de que Kalpa imperial era sobre la dictadura argentina hasta no haberse distanciado ya del libro, cuando circulaba como obra publicada, ajena a su posible intervención autoral.
Así como Borges decía que un autor árabe no necesita hablar de camellos para que veamos el desierto, nuestra manera de ver el mundo se construye en todo lo que creamos. Me atrevo a decir (perdón Angélica) que incluso está ahí en lo que elegimos narrar, en el recorte que hacemos del mundo y lo que consideramos interesante para crear una historia. El tema es que nos preocupe más garantizar que se nos vea a nosotros y no lo que tenemos para contar. Por eso también esa reivindicación de la peripecia (y de paso recordarnos que la idea es enamorar lectores, como Dumas con Los tres mosqueteros).
Confiá en tu escritura, al menos al principio
Me encantó su frescura para reírse de sí misma y al mismo tiempo reivindicar la necesidad de amar lo que escribimos, al menos por un rato. Yo me formé con la visión de Liliana Heker, que defiende a capa y a espada la felicidad como parte necesaria también de la creación. Sentí ahí que Angélica iba en esa misma línea, en romper con el mito del escritor torturado, insatisfecho con su escritura y la vida misma. Me parece un gran consejo, porque mucho se dice del amor por la idea que tenemos cuando nos sentamos a escribir, pero después pareciera que la vamos a despedazar en los siguientes dos minutos. Me parece que si uno no se permite cierta palmadita en la espalda es difícil seguir escribiendo. Ya después te ponés los anteojos críticos, te decís que no sos ni Shakespeare ni Cervantes y hacés tu mejor esfuerzo para que eso que escribiste se parezca en algo a lo que querías lograr.
El momento perfecto para empezar a escribir
¿A quién no le pasó que ve autores reconocidos y dice “claro, lo que pasa es que mi vida es más complicada, si yo tuviera tiempo también me podía dedicar a escribir”? En dos segundos Angélica te borra la fantasía de un porrazo. Recuerdo que cuando la escuché decir todo esto pensé “¿y yo de qué me quejo?”. Es cierto que en esa época mi vida era menos compleja que ahora. Si lo pienso bien, hasta el mundo de aquella época me parece ahora más simple… Pero la sensación es la misma: el momento perfecto para escribir no existe, se hace lo que se puede con lo que se tiene. Y si Angélica se podía quedar dormida en todos lados sin culpa, ¿me voy a quejar de que dormí seis horas y no ocho?
Poblá el mundo: entendé que los objetos tienen alma
Acá aborda parte de lo que era el centro de la charla, asociado con la construcción de verosímil. Me gusta mucho esa imagen de que uno se pasea por los mundos que escribe y los objetos, con su alma, ayudan a que podamos verlo. Pero me gusta, sobre todo, eso que dice como al pasar, que lo que tiene que quedar oscuro en el texto se refleja en el alma de los objetos. No sé cómo lo leen ustedes, pero para mí no es que se ponga animista, sino que se está refiriendo a que cada objeto (cada elemento que introducimos en la narración, diría) ayuda a construir lo no dicho, eso que en apariencia es “oscuro”, en realidad tiene una luz que baña cada cosa que está (si está bien elegida) y que a su vez nos reenvía a ese silencio primigenio siempre presente en toda historia.
Mirá más allá de la vida cotidiana
Uno de mis momentos preferidos. Angélica lo dice por ella misma, porque nada la aburre más que la vida diaria, pero para mí toda buena literatura se sitúa ahí, viendo el cotidiano para ver qué se esconde, que no está dicho en eso que vemos. Y ni siquiera se trata de ponerlo en palabras, sino reconstruir con las nuestras esos silencios, armar ese espacio donde lo oculto emerge en la mente del lector sin que sea descripto, sin que podamos trazar sus contornos.
Elegir un género: seguí tu curiosidad
Escucharla decir, tan suelta de cuerpo, que eligió la ciencia ficción porque se le dio la gana fue toda una sorpresa. Y después no. Porque al fin de cuentas, eso es lo que importa, escribir desde un determinado lugar porque se te canta. En todo lo que dice después se hace evidente la fascinación que le genera el género, cómo le permite pensar para tratar de levantar un velo con su ficción. Un velo que es mentiroso, y está bien que así sea, porque no le interesa alcanzar certezas, le basta con que funcione para encontrar una buena ficción. Creo que ahí también se esconde un gran consejo, que lo único que importa es seguir la curiosidad, lo que nos llama, los que nos permite mirar mejor el mundo. Porque para eso escribimos, ¿o no?
Hola, gracias por compartir esos momentos. Me gustan mucho sus libros. Recuerdo ahora «Doquier» y me encanta su forma de escribir, tan singular.
Yo también escribo y muchas de las cosas que dice sobre la escritura, me son familiares.
Quien se encuentra en el camino de la escritura, necesita escuchar las experiencias de otros escritores. Destaco de Angélica Gorodischer, su amor por las letras, el forjarse su propio camino, escribir lo que quería. Y por supuesto, sus hermosos libros.