Entrevista a Azucena Galettini
“Aprendí que se está escribiendo siempre y no sólo frente al teclado”
Publicado el 9 de Marzo de 2011
Por Ivana Romero
El sello editorial El fin de la noche acaba de lanzar Lo único importante en el mundo, que reúne 17 historias de esta joven narradora formada con Liliana Heker y ganadora de una mención del Fondo Nacional de las Artes.
La escritora Liliana Heker se lo dijo con claridad: “Este no es un taller para comer torta y decir ‘qué lindo, qué lindo’ ante cada texto. Este es un espacio para formarse y aprender.” Y Azucena Galettini, dice, estaba buscando eso. Así que se quedó. “Tenía 19 años y entre otras cosas, aprendí que se está escribiendo siempre. La escritura requiere sentarse frente al teclado pero también prestar atención a todo eso que te pasa por la cabeza. Uno no escribe sólo en la pantalla”, explica. De esa experiencia surgieron algunos cuentos de Lo único importante en el mundo; 17 historias contadas desde diversos puntos de vista: la mirada de una mujer que baila sola en su departamento, un chico a quien el miedo le crece cada día, un adolescente con un hermano que no está, una señora mayor que esconde un secreto, por ejemplo. El libro obtuvo una mención en el Fondo Nacional de las Artes en 2006. Y acaba de ser publicado por la editorial El fin de la noche. Azucena nació en 1981. Es Licenciada en Letras. Realiza trabajos de corrección y es traductora. Reconoce que su formación la influenció como escritora y lectora. Quizás por eso prefiere leer a sus amados J. D. Salinger, John Cheever o Raymond Carver en su lengua original, la inglesa.
–¿Tu trabajo como traductora enriquece la tarea de escribir?
–Sí. Estudiar traducción y trabajar en ese campo te obliga a mirar el lenguaje desde otro lugar. Por un lado, te das cuenta cuán marcados estamos a veces por malas traducciones. Uno empieza a escribir en función de lo que leyó. Si leíste traducciones llenas de vicios donde el lenguaje suena amanerado o demasiado extraño, eso es lo que copiás. Entonces, como escritora, tenés que recuperar la naturalidad del habla. También como traductora. Por otro lado, la traducción me dio gimnasia para tomar decisiones sobre mis textos y justificarlas. Ante un editor, una tiene que explicar por qué usa una palabra y no otra, o un giro determinado. Y la escritura también funciona así, construyendo un mundo donde las cosas tienen un porqué, ya que eso es importante para que tu texto suene creíble.
–¿Tenés un método de escritura?
–Para mí escribir no sólo es estar frente al teclado. Yo puedo estar escribiendo mentalmente en el colectivo. Voy construyendo imágenes que quizás no use ahora pero sí más adelante. En general son imágenes recurrentes, con las que puedo convivir meses hasta que necesito transformarlas en relato. No necesito apuntarlas, las recuerdo. Es lo maravilloso de mi memoria. Así que cuando me siento, ya hubo un trabajo previo en mi cabeza. Tampoco es que cuando me pongo a escribir es como si me dictaran. Pero cada cuento arranca de una imagen y juego con ella un tiempo, hasta que entiendo cuál va a ser el final. No puedo escribir un cuento sin saber eso.
–¿Qué hay de la experiencia personal transformada en escritura?
–En general, se escribe sobre algo que en algún momento sentiste con más o menos intensidad. Todo el resto es un andamiaje que uno construye para vehiculizar esa emoción. La literatura se nutre de pequeñas situaciones propias. Eso no quiere decir que mi escritura sea biográfica. En estos cuentos no hay cosas que me hayan pasado puntualmente como anécdota. Por eso es un libro variado, con varias voces. La vida de nadie es tan interesante como para decir “lo escribo y ya”. Siempre hay un juego donde algunas cosas pueden ser vivenciales, pero también hay un enorme trabajo de construcción del relato.
–Decías que en cierto momento necesitás transformar esas imágenes interiores en escritura. ¿Escribís por esa necesidad?
–Escribo porque no puedo no hacerlo. En ese sentido hablo de una necesidad. Y en ese proceso, conecto con las imágenes de las que te hablaba. Por ejemplo, el cuento “Lo único importante en el mundo” comienza con una chica a punto de soltar un vaso mirando la copa de unos árboles. Eso me rondó varios meses. Hasta que me vino un cuento. Y también escribir es un modo de sacar a pasear tu sensibilidad esperando encontrar una sensibilidad afín en el lector.