Debo reconocer que, junto con “qué es realmente un artista”, me pregunté muchas, muchisimas veces qué es el talento para escribir (y si yo lo tenía, claro). Si te pasó como a mí, tal vez te sirvan las conclusiones que saqué después de mi última crisis creativa (ojalá pudiera decir que fue mi última crisis a secas: hola, pandemia)
Era mediados de 2017, yo venía muy frustrada con mi escritura: varios proyectos terminados que nunca lograban ver la luz, no conseguía cerrar mi tesis para terminar el doctorado y me ahogaba la sensación de que ya ni sabía si quería seguir apostando por la ficción.
Para mejor, había vuelto a la facultad para cursar las materias de didáctica y sacar el título de profesora. Rodeada de gente en sus veinte (algunxs habían sido mis alumnxs, encima) me sentí una señora mayor.
Una de esas tardes de frustración extrema, le mandé un audio a una amiga de la facultad con la queja de “¿por qué no me obligaste a cursar las didácticas cuando éramos pibas?”. Me juró que lo había intentado. Pero bueno, las epifanías aparecen en los lugares más impensados, y sin duda yo necesitaba estar cursando didáctica especial en 2017 y no antes.
Parte del trabajo final era el relato de cómo habían salido en la práctica las clases planificadas durante la cursada. Así que me encontraba los jueves a la mañana reconstruyendo lo que había sido la clase que había dado en el traductorado la noche anterior. Lo curioso (o no tanto) es cómo hacía esa reconstrucción: como si fueran cuentos, con diálogos, manejo de la tensión y todo el sentido del humor que no estaba teniendo en mi cotidiano. En uno de esos jueves, con mi taza de café y todavía en pijama, miré las casi diez páginas que había escrito y entendí tres cosas
- La docente me iba a matar por la falta de síntesis (no pasó, en el informe final me dijo que se había divertido con mis disparates).
- Claramente extrañaba escribir ficción, porque convertía informes en narrativa.
- Narrar está en mi ADN. Tal vez nunca llegue a ser ni un cuarto de la escritora que querría ser, pero la capacidad (y necesidad) de contar es parte de quien soy, y ninguna crisis puede robármelo.
En síntesis, entendí que en eso que no podés dejar de hacer, incluso sin darte cuenta, está tu talento. Los resultados finales, el aplauso o el olvido, no importan. Ese talento es parte de quien sos y lo llevas puesto como una segunda piel. Ojalá vos no necesites de ninguna crisis para entenderlo.