Situación: están completando un formulario en tu nombre (para qué es lo de menos) y entonces llegan al casillero “profesión” y te preguntan qué sos, qué hacés. Preguntas existenciales formuladas con intención de practicidad.
«Debería decir ‘escritora’, me cuestioné hace tiempo, recordando la anécdota de mi querida Liliana Heker, en la que decía que un día pasó a poner «escritora» cada vez que le preguntaban su profesión y ahí se dio cuenta de que realmente se lo creía. El tema para mí es que la pregunta de ¿soy escritora?» me lleva a otra: ¿cómo ser escritor? Porque al fin de cuentas, se lo es mientras se escriba, pero a veces no estamos escribiendo en papel sino en la cabeza, y otras hay vacíos creativos (incluso largos), ¿perdemos el título, entonces? En realidad yo creo que somos escritores por la relación particular que establecemos con las palabras, ni más ni menos, y eso va mucho más allá de una profesión.
Por eso nunca pongo “escritora” en los formularios. Y no es que no crea serlo, sino porque vivo la pregunta de modo existencial pero soy un ser muy pragmático (o eso creo) y entiendo que el criterio para llenar esos formularios no pasa por la filosofía de vida.
Así que suelo responder “docente” o “traductora”, según cómo esté de humor.
Nunca intenté decir “investigadora”, no por evitar chapear con que trabajo en Conicet, sino porque explicar qué significa investigar en literatura resulta más complejo de lo que parece. Decís “investigadora” y aparecen dos imágenes: o el guardapolvo blanco y los tubos de ensayo o algo así como versión femenina de Sherlock Holmes.
Lo que hago es leer y escribir; algo que suele resultar demasiado decepcionante al oyente de turno. Y yo odio decepcionar al público.
Ahora, si mi pragmatismo me lo permitiera, respondería con un “apasionada de las palabras”. Por eso estudié Letras y el traductorado, por eso hice un doctorado sobre poesía (cuando a la narradora que soy le hubiera resultado más fácil elegir otro tema), por eso enseño escritura de ficción, pero, por sobre todo, por eso escribo.
Todas mis obsesiones giran en torno al lenguaje, por eso este blog se llama “Palabra Abierta”, porque la literatura es para mí abrirse a otro; una apertura vulnerable, esquiva, frágil, como la escritura misma. Una filosofía de vida.
Pero claro, una respuesta existencial difícilmente entre en el renglón de un formulario.