El domingo, después de la mesa sobre revista culturales y periodismo que organizó la Secretaría de Cultura de la Nación, pasé a saludar a Fernanda García Curten que estaba firmando ejemplares de La reemplazante en el Stand de Bajo La Luna.
Justo cuando ya me estaba yendo (después de comprar algo en el stand, imposible que Bajo La Luna no tiente), escuché a dos chicas, una que tendría unos dieciocho años, la otra seguro que todavía en el secundario, despidiéndose de Fernanda, con su libro firmado. Tenían las manos llenas de bolsas y cuando Fer les dijo «Qué bueno que les guste leer», las dos se rieron y la mayor dijo «Esperamos esta época todo el año, ahorrando». Decir que cada vez se lee menos (no sólo en la Argentina, sino en todo el mundo) ya es un lugar común, y seguramente es una verdad irrefutable, pero mientras sigan habiendo pibas que ahorran todo el año esperando para arrasar librerías y acumulen listas de libros que quieren leer, lo que hacemos va a seguir teniendo sentido. ¿Qué importa que no sean tantas las personas como esas si la pasión es así de grande?
Sí, en el fondo soy una optimista incurable…
El tema pasa porque no solo compren el libro sino que lo lean y relean. En verdad yo también soy un optimista incurable. Trato de pensar que detrás de cada libro hay lectores esperando comprar y difundirlo.