La mala fe es un libro de la narradora argentina Romina Doval que publicó la editorial Bajo La Luna en 2016. Soy muy fan de esta novela, no solo porque conozco a Doval hace muchos años y le sigo la carrera de cerca (fue un lujo charlar con ella en “Del proyecto al libro”, que podés ver acá), sino porque tiene un trabajo con tres ejes que me parecen muy interesantes para explorar, en especial si te gusta escribir. Pero primero, veamos de qué trata la novela.
Sinopsis de La mala fe:
Hacia finales del año 2001, Victoria y Paulina, estudiantes de carreras humanísticas, viven bajo un mismo techo en un barrio de Buenos Aires, con lo justo para mantener la aventura de la emancipación familiar, cuando estalla la crisis económica en el país. Descartada la posibilidad de volver con sus padres, Paulina descubre en los pequeños robos una posibilidad de subsistencia pero también una atracción que, a duras penas, convive con los vestigios de su antigua fe cristiana. Luchar contra este descreimiento, que ya había alcanzado a su amiga Victoria en plena adolescencia, no es tarea sencilla al lado de un oscuro existencialista al que ellas llaman Soren. Este presente caótico abreva en diferentes momentos del pasado, como la infancia de los 80 y la adolescencia de los 90, iluminando los períodos claves de una amistad entre dos jóvenes mujeres pertenecientes a una generación marcada por el despojo y la pérdida. La mala fe no sólo podrá entreverse en la graciosa malicia de sus personajes sino también en la tan mentada falta de compromiso a lo Sartre o hasta en el mismísimo ambiente que envuelve casi todas las escenas de esta novela, tan cruda como ambiciosa y conmovedora.
Eje 1: las protagonistas
Paulina y Victoria, para mí, son dos personajes tan bien construidos que se sienten personas reales. A tal punto que, en buena parte de la historia, una se quiere meter adentro de la novela y pegarles un par de buenas cachetadas. La capacidad de autodestrucción que tiene su ir por ahí a la deriva es impresionante.
Esta no es una novela apta para gente impresionable, diría yo, pero no porque pasen cosas terribles, sino porque estos dos personajes despiertan pasiones. ¿Cómo logra Doval eso? Teniendo muy claro las similitudes y los contrastes entre las dos protagonistas y subiendo la apuesta todo el tiempo. “¿En serio se van a meter ahí? ¿van a hacer eso?”, nos preguntamos en más de una oportunidad. Y, al mismo tiempo, nos queda claro que no podrían hacer otra cosa: cada una de sus acciones es orgánica a la historia y a quiénes son ellas. Por mucho que nos indigne, claro está.
Eje 2: el entramado narrativo
La mala fe tiene una construcción compleja que posee la gran virtud de parecer muy simple: entrecruza narradoras en primera, narrador en tercera y tres temporalidades distintas. No temas, cuando estás leyendo ni te percatás de eso, todo fluye. De la temporalidad de las niñas en una escuela de monjas pasamos a las jóvenes en los albores de la debacle argentina de 2001, de un capítulo por vez.
El manejo de la tensión de cada parte, en su cruce con la otra temporalidad, es impecable. No se puede parar de leer, porque siempre queremos saber, no solo qué va a ocurrir en la siguiente temporalidad, sino también cómo pasan de ser esas niñas a las jóvenes que vemos después.
Eje 3: La Historia detrás de la historia
Este es un aspecto que a mí me encanta de este libro. Uno puede hacer un rastreo de la historia reciente argentina en la de estos personajes. No es el eje de la novela, sin duda, pero vemos, por ejemplo, la guerra de Malvinas y la última etapa de la Dictadura, en la historia de las niñas, la crisis del 2001, con los saqueos en primerísima escena, y de refilón la salida de la crisis y el primer mandato de Cristina Kirchner. Ese podría ser un cuarto entramado, además del de las temporalidades.
En la charla que tuvimos hace unos meses, Doval contó que esa es una de sus obsesiones: la historia (a partir del minuto 33, hablamos de la novela). El contexto sociohistórico de sus personajes es algo que le importa muchísimo y si elije una época que no conoce tanto, investiga en detalle.
No sé si este punto sea de interés para cualquier lector, pero independientemente de cuánto te atraiga (o no) la historia argentina reciente, analizar cómo aparece en este libro, con sutiliza y contundencia al mismo tiempo, es muy útil para ver cómo darle espacio a la Historia en la nuestra.
Si la leíste y querés dejarme tus pareceres en un comentario, me va a encantar escucharte. Y si te quedaste con ganas de más data de La mala fe, acá la entrevista que le hizo Silvina Friera a Romina Doval para Página/12.